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Foto del escritorMatías Cambiaggi

Estado de alerta (sobre la) movilización a un año del gobierno bestial

A un año del sismo Milei, un análisis de Matías Cambiaggi intervenido por un paste up del artista urbano JOTATE.90.

La reflexión que nos propone Cambiaggi deja de lado el debate palaciego de los panelistas de TV, y se enfoca en la calle como experiencia: ¿qué pasó estos últimos doce meses allí?

Y, por sobre todo, ¿qué no pasó? ¿por qué? ¿qué se rompió? ¿se rompió?


por Matías Cambiaggi



La articulación monstruosa     

Época inestable, la nuestra, liminar, al decir de García Linera, en la cual nacen los monstruos, según la trillada frase de Gramsci, pero no solo en la jefatura del Estado, sino también en el chat de mamis y papis de la escuela, en el grupo de fútbol 5 y, probablemente, a veces, frente al espejo, a fuerza de rotular fascismos a diestra y siniestra. Porque, si bien los monstruos no existen, del mismo modo que no existen las brujas ¿son ellos, como una verdad incuestionable, quienes mejor definen nuestro tiempo? ¿Definir de monstruoso a un otro tan extenso como para ser capaz de articular una verdadera cultura política, de qué salva al definidor?


Las palabras y, en particular los adjetivos "monstruos, fascistas, ultraderechistas", no terminan de dar cuenta, a pesar de su multiplicación al infinito, de este particular y denso clima de época que atravesamos y que el año de gobierno de Milei nos invita a revisitar y repensar desde distintos enfoques. El que proponemos desde estas líneas, será el del análisis del estado de movilización de nuestra sociedad frente al fenómeno político en cuestión. Pero no se trata de medir la cantidad de movilizaciones que hicieron frente a distintas medidas del gobierno para establecer, de algún modo poco consistente, si fueron muchas, pocas o no sabe no contesta. Más bien, se trata de abordar algunos aspectos históricos y teóricos, que nos permitan o ayuden a reflexionar sobre los modos de habitar las movilizaciones, y las herramientas con las que cuentan los movilizados y los que no (pero que también críticos del actual gobierno), para elaborar sus percepciones sobre ellas.


En un primer acercamiento al estado de la cuestión, se observa que la gestión de Milei cumplió con toda la inhumanidad que prometía a través de un ajuste brutal sobre la economía, despidos masivos, una recesión histórica y como contraparte una desaceleración inflacionaria notable, baja del riesgo país, control del dólar, entre algunas otras variables importantes. Y todo acompañado, como en Palermo, por un (poco) fino, más bien descomunal, colchón represivo. Cumplió también con su propuesta de alineamiento servil hasta límites peligrosos con los EEUU, que por propiedad transitiva se extendió a Israel e incumplió casi en todo, más allá de sus declaraciones, con su lucha contra la casta política, al mismo tiempo que multiplicó la condición de casta de la ya vieja casta económica.


Sin embargo, diciembre, el mes de la renovación democrática, el de la última gran manifestación popular de nuestra historia, nos encuentra con una gestión cercana a su estabilización económica, a pesar de estar liderada por un pequeño grupo de personas altamente inestables, con una oposición desorientada y con una consolidación de un apoyo social al gobierno cercano al 50% de la población. Y mientras todo esto sucede, ocurre el llamado a la constitución de un brazo armado paramilitar de apoyo al gobierno, por parte de un grupo de impresentables. Todo, ante la mirada incrédula del 50% que no tolera al gobierno, pero descubre, lentamente, que la pregunta que más repitió durante el año: ¿Cuánto más va a aguantar la gente? Todavía no tiene respuesta. O, mejor dicho, no se responde sólo desde el análisis de las condiciones objetivas de vida de la población, porque, a pesar de padecer, apoya. Sin embargo, se insiste aún con la misma pregunta. ¿Por qué? ¿Existe la búsqueda de una delegación en esta insistencia?

 


La articulación afectiva

Hace algún tiempo, María Pía López escribió sobre la movilización: "no es solo ocupar el espacio público, también es esa disposición de los ánimos y las existencias, ese arrojo a estar con otras y otros, el desvelo por rozar los asuntos generales y no solo los propios. Cuando eso no ocurre, cuando la política no atraviesa las experiencias y cuerpos, trama conciencia y afectividad colectiva, entonces el destino de cada quien parece jugarse en la vida privada”.


Esta definición, interesante y provocativa de Pía, leída desde el presente, acierta, según la interpretación que proponemos, en el clima de época que transitamos: porque no solo se trata de buscar en la ausencia, sino en las distintas formas de estar. Es decir, de movilizarnos. Podemos interpretar esto como diversos estados de movilización o en modo de pregunta: ¿Cómo estamos cuando estamos?


Tirando del hilo de la reflexión de Pía y en sus términos: ¿Por qué identificar como inseparables en un estado de movilización “la disposición, es decir, la suma de la motivación y la voluntad personal junto a la afectividad colectiva?”.


Si bien las motivaciones personales, incluso de grupo a movilizarse, son una constante en nuestra sociedad, la capacidad, en cambio, de recrear la afectividad colectiva parece ser un asunto distinto, desde hace años, muchos, antes de la era Milei.


Visto de este modo, la pregunta no es sobre el estado de movilización de la sociedad argentina, sino por la presencia (en ella o en su ausencia) de articulaciones afectivas, comprometidas, comunitarias al interior del conjunto social.


En este sentido, podemos pensar en “la desmovilización” desde esta otra perspectiva, desde esa falta de “disposición de los ánimos y las existencias” a estar con otros y otras, aunque estemos rodeados de ellos y ellas, que nos mantiene atados a nuestra vida privada, aunque estemos “movilizados” en la vía pública, y que con el correr del tiempo, no sólo convenció a buena parte de la sociedad sobre la inutilidad del encuentro comprometido, sino que también volvió extraña la propia historia del nosotros comunitario como un protagonista eficaz de la vida política de nuestro país.


Netflix, 1985, o la serie de 2001, entre muchos otros casos, son la expresión estética de este clima, refuerzan la historia sin pueblo, contada desde los pasillos o los protagonistas individuales. Almas solitarias capaces de dar cuenta, en su formalidad, de un arco narrativo pero que no explican ningún derecho conquistado, ni página memorable. Menos aún, el mínimo reflejo de una reconstrucción histórica compleja, como lo es la vida fuera de las pantallas.

 


La desarticulación atemorizante

Vuelve a ser necesario considerar la deslegitimación “desde arriba” de cualquier proceso movilizador como un fenómeno constante y abarcador en nuestra historia. Me refiero a la imposición constante de síntesis parciales y engañosas para describir procesos históricos complejos, con sus movilizaciones masivas, con palabras tales como “tragedia”, “células terroristas”, “el gordo de la bazuka” o las “40 toneladas de cascote”. “Violencias”, todas, que explican siempre el comportamiento de los actores populares, como la única de sus variables y fundamentos, pero nunca, por supuesto, el del aparato represivo del Estado, a pesar de toda su disparidad. Pero, ¿de esto se tratan las movilizaciones populares? ¿Es éste el balance que aportan las grandes movilizaciones de nuestra historia?


El 17 de Octubre, el Cordobazo y el 2001 afirman lo contrario. No es esta la síntesis que proponen sus protagonistas, quienes, según el registro histórico, y asentados en infinidad de trabajos académicos y periodísticos, recuerdan las jornadas en las que se fundieron con “algo más grande” que ellos mismos, como un momento feliz, en muchos casos; en otros, incluso, como una verdadera fiesta o carnaval popular, en donde las jerarquías eran cuestionadas, y la propia humanidad y protagonismo colectivo encontraban un cauce liberador.


Detengámonos en los “sentimientos” que articulan una movilización popular y sus derivas.


En un registro distinto al de los sectores dominantes, preocupados por establecer la presencia de tragedias a diestra y siniestra, pero también de la percepción de los sectores populares movilizados, el filósofo alemán, Hegel, escribió en su Filosofía de la historia: “La historia del mundo no es el teatro de la felicidad. Los períodos de felicidad son páginas en blanco, porque son períodos de armonía, períodos en los que la antítesis está en suspenso".


A partir de la reposición de esta cita clásica, proponemos poner en cuestión algunos de sus aspectos presentados como incuestionables. Por ejemplo: ¿Por qué establece Hegel una relación de causa-efecto tan estrecha entre felicidad y armonía? ¿Se comprueba este vínculo en la historia? ¿Es posible separar y clasificar sentimientos de forma total e incontaminada?


Sostenemos por nuestra parte, la validez y pertinencia histórica de pensar la alegría y la fiesta a pesar, incluso, de la presencia simultánea de la tragedia, ya sea como realidad o como potencia. El 17 de Octubre de 1945, el 29 de Mayo de 1969 y el 20 de diciembre de 2001 son las fechas que mejor ejemplifican estas posibilidades múltiples, en las cuales la festividad popular y la tragedia (efectiva o potencial) corrieron juntas, aunque no como aspectos equiparables.


Si la presencia de la tragedia es valorada como el elemento central y definitorio de cada una de las grandes movilizaciones de nuestra historia, esta comprensión sesgada y, por eso, equivocada, nos inhabilita pensar la alegría y la fiesta como constitutivas de aquellas jornadas, escapándose a la comprensión profunda los procesos sociales movilizados durante aquellos días históricos. Pero, aún más, nos escamotea comprender las motivaciones que llevaron a los movilizados a “ir por más”, a convencerse sobre su propia fortaleza y la posibilidad real de conseguir mejores condiciones de vida a partir de la práctica colectiva. Aspectos que sólo pueden entenderse a partir de la lectura no sólo trascendente del “hecho social”, sino también transformadora del colectivo social protagonista.


Este y no otro, es el sentido, sistemáticamente silenciado por los sectores dominantes. Por eso la operación de estos consiste en la sustitución de las voces de los movilizados y sus síntesis, por las de otros sectores exteriores a la movilización, tales como el Estado, las grandes empresas comunicacionales, o comentadores varios con el objetivo de silenciar, ocultar todo vestigio de fiesta y alegría, construyendo a la dimensión trágica como aspecto único. Imponer palabras con pregnancia que impidan la reflexión pero sean capaces de hacerse su lugar en el sentido común hasta volver opaca, extraña, la propia experiencia de los movilizados, sus vínculos, las causas que los llevaron a movilizarse.  Ocurrió así en la huelga de los talleres Vasena, reemplazada por la “Semana trágica” y ocurrió así, también, con el 19 y 20 de diciembre de 2001 en donde "la crisis se cobró dos días inolvidables".


 

La articulación fugaz

En su muy recomendable libro: Revolución (2022), Enzo Traverso señalaba, entre otros, a Ocuppy Wall Street, 15M, juventud chilena, Black Lives Matter, en oposición a los movimientos, sobre todo comunistas y europeos, otorgándoles las siguientes características:


“No han mostrado gran interés en las discusiones estratégicas del pasado. Han inventado nuevas formas organizativas y alianzas y a veces crearon nuevos liderazgos, pero en su mayor parte son auto organizados. Procuran experimentar con nuevas formas de vida basadas en la reapropiación del espacio público, la participación, la deliberación colectiva, el inventario de necesidades y la crítica de la mercantilización de las relaciones sociales. No les gustan las mediaciones políticas. Son igualitarios, anti autoritarios, anticoloniales e indiferentes a una concepción teleológica de la historia. Pero no son una reacción al siglo XX: encarnan algo nuevo. Esa es al mismo tiempo su fortaleza y su debilidad, porque están despojados de memoria. Son creativos, pero también frágiles porque carecen de la fortaleza de los movimientos que conscientes de tener una historia y comprometidos a inscribir su accionar en una poderosa tendencia histórica, encarnaban una tradición política”.

Mucho se puede elaborar a partir de este relato tensionado propuesto por Traverso sobre estos movimientos, tironeados entre la potencialidad y la fragilidad. Sin embargo, a juzgar por su breve desarrollo, aunque sin desestimar la pertinencia de sus búsquedas, debemos subrayar que quien se impuso fue finalmente su fragilidad sobre ellos mismos, dejando como uno de sus legados una ecuación de difícil resolución: ¿de qué modo apelar a la memoria y la tradición en los tiempos del futuro incierto?


La característica de este tiempo parece ser la deriva incierta y la mixtura entre las distintas modalidades posibles de articulación; y la búsqueda constante, desde arriba, por procurar la desarticulación, tergiversación y deshistorización de los ensayos movilizadores que intenta el heterogéneo y fragmentario “bajo pueblo” de nuestra patria periférica por encontrar las nuevas demandas y actores, propios de este tiempo.


En la capacidad de recuperar la historia, la alegría del encuentro y la conciencia sobre la fuerza colectiva cuando se activa (es decir, el tejido que toma cuerpo cuando ocurren las articulaciones afectivas necesarias) se encuentra la posibilidad de atravesar tanta incertidumbre y desencuentro, pero, sobre todo, poder volver a interpretarnos y entendernos como una comunidad.



 

MATÍAS CAMBIAGGI

Nació el 7 de julio de 1976 en Buenos Aires, Argentina. Es sociólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires y su área de trabajo e investigación son los movimientos sociales y políticos de la Argentina contemporánea. Fue director de la revista de cultura y política Colonia Vela y es autor de los libros Héroes, fantasmas y otras pasiones barriales (2011) y El retrato del olvido. En busca de la primera desaparecida en democracia (2015). Desde 2005 trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. En la actualidad, además, ejerce como docente y es editor del sitio Tercer Cordón.



 

JOTATE.90

Su nombre es Julián Toscano y su pseudónimo son las iniciales de su nombre y apellido escritas: 

"Jota Te" y 90 es el año en que nació.

Se considera una persona como cualquiera: “soy una persona observadora, que piensa y siente.”


Artista urbano - Paste up

Decorador de exteriores:

En el oeste, donde está el agite!

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