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  • Foto del escritorLula Comeron

ODERSAID!: un capítulo de la novela RE•SENTIDA! de Lula Comeron

Lula Comeron, finalista del premio Sara Gallardo por su primera novela Con V de Villera (2019), nos comparte el primer capítulo de su nuevo libro RE•SENTIDA! (editado por Hojas del sur), que se presenta este jueves 30 de mayo a las 20 hs. en JJ Circuito Cultural (Jean Jaures 347, C.A.B.A).







Desde celular leer aquí:






ODERSAID!


¿Alguien me ve?


En la oscuridad el miedo no puede verse.

Llevo los ojos al techo. Troncos de madera, una estructura reforzada

para soportar la carga. Telarañas, mi sombra, un animal insípido dentro del

nido. Termitas voladoras vestidas de novias buscan refugio en las vigas

húmedas. Un camposanto de alas después del vuelo nupcial.


Los machos caen muertos

menos él.


Troncos podridos deforman el cielo, raso de tablón, grietas en el barniz

esconden túneles con forma de laberinto y yo

De amarillenta a rojiza,

d·herrumbe,

expuesta a la humedad.


La salida es una ruina.


Mi idea del amor, la pista de una canción.

El desorden, mi trastorno por déficit.

Maraña de ausencias para hacer frente a todo.

En las paredes hundidas, la muerta en los márgenes y la felicidad de mi

hombre, una verdadera plaga.

Silencio.

Todo se quiere callar.

Los gritos terminan en el piso al lado de los juguetes, ropa olvidada,

banderas del Matador, las compras del día sin fecha de vencimiento, botellas

rotas, bolsas de tierra fértil, flores, una pala, la escoba de cerdas estropeadas,

el collar y la correa de la perra, algunos cidis y mis bombachas arañadas.

Restos de todos. Me pongo

cada vez más sola.

Ya no sé por dónde caminar.

El desorden y yo, mi orden mental.

Un bife a la plancha vuelta y vuelta, desesperación y sangre

que chorrea cuando corta.

Subestimo las partes que crecen y se acumulan, en la carne, la forma de

las canaletas.

Disimulo

con las rodillas en el piso. Tengo el diablo entre las piernas y una

bolsanegra aferrada a mi mano. El cuerpo a tierra, mi táctica para avanzar sin

ser. Ser vista. Vista al frente. Las ventanas tienen rejas y la puerta de entrada

nunca tiene llave. No hay que correr riesgos demás, total acá no pasa nada,

apenas entra un poco de fresco y el aliento del hincha.

Sonríe como un regalo que hace para gestar la ofrenda de la victoria

y ama


con la cultura

d·el

aguante.


La tribuna donde me enamoré es una tumba de guerra.

La familia, una fosa común.

Granja de cadáveres el campo de su fútbol que no es para jugar.

Camisetas sin nombres, antropología de la muerte. Mi cuerpo

sin reclamar y sin mamá para hacerse cargo.


Cábalas, ritos y duelos.

Plegarias tribuneras.


¿Alguien sabe dónde llorar a las muertas?


Entierro flores, siembro el sentimiento.

La oscuridad se acelera, veo entre brumas. Nunca hay una puerta de

salida. Esquivo a tientas el enjambre. La música quiere decirme algo pero me

pierdo en los detalles de la rutina. La tradición es un caos que alivia. Vivo de

memoria la casa y la familia como si fuese un mapa mental.


¿Cuánto tiempo más voy a deslizarme?

Jau long, jau long… me canto en el bocho.


El amor es un sentimiento triste,

la madriguera de mi soledad.


Clava sus manos en mis lágrimas y los besos son escombros.

Separa mi cara.

Separeit mai said, sigo en mi musiquita, no le creo más.

El encierro anestesia.

A los insectos voladores y a mí.

Ruidos en el interior de la madera.

Estalactitas cuelgan de las vigas o del techo.

Nunca termino de entender lo que está pasando y vuelvo a cargar el

arma de la negación.

Al final de mí soy una infame testaruda de apego.

Ciega.

Sorda.

Muda.

Una shakira de caderas vendadas.

Entonces corro, mi forma de bailar

rompe, su forma de hacerme bailar

corrompe, mi naturaleza.

Para él la piedad es insaciable, momifica lo que ama, su práctica más

antigua para retirarme de todo menos de su cobrazón, una puerta que rasguño

sin pedir permiso, la única a la que no le quedan marcas.

Recubierta por dentro y por fuera. Llena con su sangre mis venas.

Embalsamiento natural y la tradición de sumergirme en sal gruesa para que

cicatrice.

Seco bien, un proceso normal de curado y, al toque, rellena el vientre

con resignación.


Cae sobre mí.

Su cuerpo es un campo minado.

El mío, su amuleto.


El viento sin restricciones, el río crecido y la llanura húmeda inmortalizan esto

de estar viva. Acá los cuerpos se conservan muy bien, gracias, lo primero que

me sale cuando hablo de él. Una palabra con sonido a costumbre y forma de

reja.

Gracias metálico o de piedra, pero vivo.

Gracias de alambre que limita terrenos, protege contra los intrusos, pero

vivo.

Gracias al contacto directo del hombre con la vida salvaje, el guacho de

mi sueño Ingalls, un proyecto para construir en pareja, lo más común que

tenemos además de nuestros hijos. Y vivo

esto de estar viva.

¡Gracias!

Gracias por esta hermosa familia en letras doradas cosida a los labios

con hilos de fe.

Mataría la fe, pero qué hago con él.


Flashes.

Puntos blancos.

Frío.


Las luces de las pocas lámparas parpadean. Incoloras, crudas, iluminan

lo que mi ojo humano no ve. También ayudan a salvar el Planeta, ahorran

energía y son más resistentes a los golpes.

El consumo siempre doméstico y solidario

asfixia!


Rayos y centellas.

¿Cuál es la diferencia?


Figura oscura.

Fogonazo.

Soy poco

y amanece.


La perra sueña por mí, mientras los chicos meriendan el dulce casero

del mes anterior y la televisión llora a todo volumen. De golpe, los focos de luz

dejan de pestañar. Se superponen al sol e iluminan los muros: juego de

sombras y mi sombra inhumana.

Atmósfera cenicienta llena de contrastes.

La luz juga al terror cuando apenas me veo:

ampollas y roña por todas mis partes de tanto que usa la pala.

Me río.

La vida de campo me pone alegre.

Acá los conflictos siempre tienen solución.


¿Alguien vio la familia Ingalls?


Me lloro.

La vida de campo me pone triste.

Acá los conflictos siempre tienen polución.

Cierro los ojos con fuerza. Puntitos brillantes, estrellas voladoras. Las

luces blancas no me dejan en paz, otra vez el terror, sobre mi consciencia,

meta titilar. La lámpara encima de la cabeza impacta en los ojos de todos. Mi

eco de luz aturde la superficie familiar. Nadie se deslumbra. La casa parece

una oficina automatizada; la cabaña de mi sueño Ingalls, un trabajo forzado.

Lloro.

Río.

Nadie sabe.

Yo tampoco.

Tengo el mismo gesto como respuesta a todo. La única desventaja

emocional, y que no siento el dolor de su abrazo.

De pronto flash.

Las luces dejan de pestañar.


¿Alguien me huele?


En la oscuridad el miedo no se respira.

Apesta a carne picada y a girasoles silvestres. La fruta es el incienso

que me ayuda a escapar a mi niñez, tristes reflejos hormiguean la memoria.

Mi infancia boquea.

Humo.

La cabaña está impregnada de vaho. Ropa enmohecida llena de

manchas. Ropero oscuro. Aroma antiguo, a mamá.

Me pongo cada vez más sola.

Estoy adentro, en una vejez temprana, florecida por el óxido de su

tormento y la lluvia de río.

El olor a pasto cortado tapa a los otros olores.

Defensa química de las plantas para salvarse también de él.

Lo respiro.

Mi nariz se cansa de su tufo amargo y de su aliento metálico. Mi lengua

es un trastorno cuando se acerca a su boca. La esquivo. Los besos sangran y

todo huele a pescado como esa flor a la que llaman cadáver. El aire que

respiramos dejó de ser seguro desde el primer glifosato.

Contaminamos.

Somos una peste bubónica que combatimos a pororó que nunca huelen

a cine. Los videoclubes también están muertos y el amor

es un antojo con formita de hombre.

No sé quién soy sin manchas de sus nacimientos. Mi piel cruda, carne

de cañón y la del horno siempre quemada. La corta en tiras mientras administro

la angustia a mates fríos.

Tengo que llevarlo al otro lado.

Aiv got chu taikit on di odersaid.

No queda más agua.

Hago ruido con el último sorbo del mate.

Imito la melodía de la canción, una especie de código morse.

Los chicos sonríen y piden otra.


¿Alguien me escucha?

En la oscuridad el miedo no se oye.

Se encienden los grillos. Ecos de pájaros en sus ritos. Ladridos de perra.

No tengo cuerdas, vocales, ni lengua natural, pero escucho mi infancia.

Los camiones retumban, el viento se apaga, la siesta se estira.

Susurros.

Voces.

Voz.

Una vos real como la mía y la otra, la de siempre, ese vos que no suena

a humano.

Los sonidos se repiten hasta convertirse en uno solo.


Aturde.


Un monstruo vive en mi oído.


KAPOW!

KAPOW!

KAPOW!


Golpea tres veces. Tres golpes secos que suenan contra la pared y se

repiten con mayor intensidad.


¿Cómo era el silencio?


Pierdo la voz a la par de cualquiera que se cruza por su vida.

Todo me quiero callar.

Todo me contengo

miedo.

La idea hace guardia en mi mente.

Vuelvo a mi realidad. La música en mi cabeza, en el otro lado,

sanguínea, Shi guants tchu nouw, aim ai estill a eslat?

No soy buena para cantar en inglés, pero entiendo todo.

Para ser hay que sentir y ya no sé

cómo se sentía antes.

Antes de sentirlo.

Me tiré a las vías de su sensibilidad y mi piel se llenó de ausencia.


¿Alguien sabe cuánto dura el dolor después de un accidente?


Sensación de adormecimiento. Él reparte la comunión con la banda más

loca de todas, mientras yo predico con la boca cerrada en respuesta a esos

tres golpes sobre la pared.

Pan y vino.

Acá el que quiere reza.

Y el que no, aguanta los trapos de la pasión.

Jau long, jau long uill ai slaid


El amor es un sentimiento triste.


Estoy en un pogo. Me dejo arrastrar. Cierro los ojos y somos: solos.

Vos y yo, fenómeno lingüístico, sin él

mal, nacido y criado Matador, soy tu grupi, Anthony.

¡Dale, copate! Exorcizame en el más allá y canto, te encanto a los gritos,

desafino y me dejo ser. Tiro el primer paso hacia la recuperación y los otros

once pasitos se los dedico al alcohol.


SEPAREIT MAI SAID, AI DONT

AI DONT BILIV ITS BAD


El estribillo es muy pegadizo.


SLEIT MAI TROUT

ITS OLAI EVER


Mi volumen los incomoda.

Pierdo fuerza.


KAPOW!

KAPOW!

KAPOW!


La canción termina cuando su ruido sobre la pared la hace desaparecer.


¿A quién les hace acordar?


Las luces comienzan a titilar.

No me alcanzo a distinguir.

Tomo su vida como viene. Un paso después del otro. Lo escalo. Es una

montaña. El silencio, su fortaleza, abismo su boca.

Tengo que aceptar que soy impotente, admitir que no puedo hacerlo

sola, que necesito ayuda.

Digo, para esto de vivir.

Digo, vivir para esto.

Digo, esto para vivir.

De improviso me ilumino toda. Sol salvaje de las luces frías que ahorran

todas las explicaciones.

Todavía estoy.

Soy

en el centro del comedor, mesa sin sillas con una pila de ropa de hijos,

camisetas de fútbol, platos sucios, cartulinas y marcadores desparramados

como mi presencia. El desorden y yo, mi orden mental.

Me tiro abajo.

Debajo, la mesa del comedor, trinchera de mujer.

Hago que ordeno. Nunca sé por dónde empezar. Me apoyo contra el

banquito con mi diseño découpage a medio terminar. Todas las partes

decoradas están tajeadas.


¿A quién les hace acordar?


Lo cubro con la bolsanegra y me miro. Botellas de cerveza vacías

perfectamente alineadas. Pedacitos de papel en su interior. Restos de vela y

botellitas de plástico.

¡En la bolsanegra no hay lugar para nadie más!

Hijo del medio me descubre y sale corriendo:

Mamá está abajo de…

Pica para mí.

Afuera de mi escondite, como granadero, el porta-cidi, escolta de mi

imaginación, cómplice y todo. El único cuerpo impoluto perfectamente

ordenado con mis discos y espacios huecos. Me miro en él, lo abrazo con la

bolsanegra. La misma reacción para todo y el mismo temblor en las manos.

Monótona para las expresiones organizo mis terrores.

Barro.

Mi existencia, irremediable en la inmensidad de su mirada.

Mi resentimiento, una palabra en la boca de hija mayor.

Y mi amor, tan simple como mirar a los santos.

Las luces se apagan.

Me olvido en pensamientos.

A todo volumen.


JAU LONG, JAU LONG UILL AI SLAID

SEPAREIT MAI SAID, AI DONT,


Este disco es la manera de estar en mi mundo.


AI DONT BILIV ITS BAD.


En la oscuridad se vive mejor.

Martillazos.

Ruidos de herramientas.

Tres aplausos de fondo.


CLAP!

CLAP!

CLAP!


Alucinación auditiva. Todo retumba y se confunde con el sonido de un

mensaje de texto. Pierde intensidad cuando aparece el chirrido de una máquina

de escribir.


¿Alguien sabe si estoy dormida o despierta?


Me quedo en blanco. El repiqueteo de las teclas se apaga cuando

suenan los KAPOW! sobre la pared.

En estado intermitente, como las luces, parezco abandonada.

Nada que ver.

Pero vivo.

Me palpo para saber si soy de verdad.

Y siento

la armadura, el guardapolvo blanco de maestra con picaduras rojas y la

bolsanegra en la mano para mantenerme alerta.

De pronto se enciende la luz de relleno, aunque todavía falta para el

atardecer. Contrastes brillantes, la cabaña parece inmaculada y el humo se

escapa por las ventanas.

Todavía sin reflejo.


CLAP!

CLAP!

CLAP!


¡Otra vez los aplausos!

En el pueblo los timbres están muertos como el mío. La campana tiene

un agujero negro y estampitas de santos populares pegados a su alrededor.


CLAP! CLAP! CLAP!


Aplausos como zumbidos.


CLAP!

CLAP!

CLAP!


Aplausos como válvulas.

Alguien sabe que vivo

ACÁ!

Siento regocijo y hago una reverencia, corro a abrir la puerta de entrada.

Por fin la veo, sigue a medio pintar, me acostumbré

a vigilarla, a que esté así.

¿A quién les hace acordar?

El tacho de pintura chorreado con salpicaduras rojas de la sangre de la

campana del timbre. El pincel sobre el suelo teñido por el mismo color.

Manchas sanguíneas por todas partes y yo.

El rojo puede ser vida.

Pintura romántica de principios de siglo.


¡Acá todo se naturaliza para mal!


Mi corazón sangra.

Se despinta de a poco.

Y en la puerta siempre él: ENTRADA Y SALIDA.

Veo su voz.

Las luces encandilan.

Su cobrazón me da de lleno.

Ato la bolsanegra en mi cabeza como vincha de Kung Fu.

Posición de grulla.

Sin reacción.

Vivir es una broma,

lo hago reír.

Cierra mis ojos con un escalofrío

y un amor.



 

LULA COMERON

Lula Comeron (Buenos Aires, 1978) es escritora, guionista, periodista y percusionista. Su primera novela Con V de Villera (Evaristo Editorial, 2019) fue finalista del Premio de Novela Sara Gallardo. Autora de una Antología de cuentos, los poemas “Lo más hermoso del mundo mundial” (Proyecto Pelusa), “Power Gil” (FIP, 2021). Co-autora de Solo Yo, blogonovela de Lionel Messi que revolucionó las redes en el 2006. Escribió “Verso fugitivo” como prólogo del libro Relatos de Segunda (PEC, FFyL UBA, 2022). 

Participó de charlas y paneles en el Encuentro “Córdoba Mata”; ciclos de La Biblioteca Nacional de Buenos Aires, y el Festival Azabache (MACBA, 2022). 

Egresada del Laboratorio de Guión (2014) es co-guionista del largometraje Paisaje (2018), el cual participó de la Competencia Internacional del BAFICI, Tandil Cine, SEMINCI (Semana Internacional Cine de Valladolid), entre otros festivales internacionales. 

Participa de la clínica de escritura de Leonardo Oyola. Actualmente trabaja en su tercera novela Bejota, y la antología poética CAFUSA.

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